martes, 2 de diciembre de 2008
Bodega Otazu
jueves, 27 de noviembre de 2008
Rincones de Pamplona
martes, 25 de noviembre de 2008
Bodegón
lunes, 17 de noviembre de 2008
Muerte de un Miliciano (Robert Capa)
En 1954, encontrándose en Japón visitando a unos amigos de antes de la guerra, fue llamado por la revista Life para reemplazar a otro fotógrafo en Vietnam, durante la Primera Guerra de Indochina. En la madrugada del 25 de mayo, mientras acompañaba a una expedición del ejército francés por una espesa zona boscosa, pisó una mina y murió, terminando así una azarosa vida profesional. Sólo tenía 40 años.
¿Realidad o ficción? Las muchas dudas que durante tanto tiempo han perseguido a esta famosa foto parecen disiparse en Londres, donde una exposición sugiere estos días que no hubo ni trampa ni cartón.
Titulada ¡Esto es la guerra! Robert Capa trabajando, la muestra, que podrá visitarse hasta el 25 de enero del año próximo, aporta nuevas fotos que prueban la autenticidad de la muerte del miliciano, si bien todo apunta a que fue más un accidente que el trágico desenlace de una batalla.
El caso es que el día de la muerte del miliciano, Capa sacó en Cerro Muriano 40 instantáneas. 72 años después, las 40 fotos, perdidas hasta hace poco en la caótica herencia del fotógrafo y descubiertas en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, fundado por el hermano menor de Capa, trazan en Londres la secuencia que aclara qué sucedió antes y qué después de la singular foto de Federico Borrell García.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Entrevistas
Pese a la carga de trabajo que suele ‘coleccionar’ en su despacho (o despachos, que ahora tiene dos), debido a sus múltiples responsabilidades, el pasado miércoles sacó media hora para contar su relación con la Universidad de Navarra.
¿Por qué te decantaste por la docencia?
Acabas de hacer una pregunta con historia. Cuando empecé a estudiar Periodismo ni se me ocurría terminar como profesor. Cursé la carrera desde 1988 hasta 1993. Hacia 1990 comencé a hacer prácticas en la Cadena SER, inicialmente en Radio Irún y luego en Radio San Sebastián. Acabé siendo el Responsable de Informativos de la SER en el País Vasco. Cuando iba a terminar la carrera en 1993, desde la universidad me propusieron una beca para poder hacer la tesis doctoral. Paralelamente, la SER me hizo una oferta para contratarme. Me lo pensé, y de palabra acepté la propuesta de la beca. Esto fue a finales de mayo. Celebramos la licenciatura el 12 de junio de ese año, y el sábado 19 de junio me estrellé con el coche. Eso me llevó a la UVI, donde estuve casi dos meses. Luego estuve otros dos meses en el hospital y 15 de rehabilitación, con más de una docena de operaciones. Tuve que aprender a hablar, a andar, a comer, a todo. Cuando no se habían cumplido los 15 meses de la rehabilitación, a los seis o siete, sonó el teléfono de casa. Era de la universidad, recordándome que seguía en pie la oferta de la beca. Fue un detallazo, porque me la habían reservado hasta que me curase. Por otra parte, por prescripción facultativa me recomendaron que me tomara la vida con más calma. Como lo mejor que me venía era sentarme en una silla en una biblioteca y empezar a leer, es lo que hice. Me di cuenta de que aquello me encantaba. Terminé la tesis, me ofrecieron la posibilidad de continuar como profesor, y acepté.
Vaya, siento todo lo que has tenido que recordar. No tenía ni idea.
Pues ya ves. Por eso te he dicho que has hecho una pregunta con historia.
¿Y qué te hizo decidirte por la Universidad de Navarra?
En primer lugar, que estudié aquí. Entonces me di cuenta de que era el mejor sitio donde se podía estudiar Periodismo. Además, el ambiente de trabajo que hay aquí no lo hay en ningún otro sitio que yo conozca. De hecho, he tenido ofertas para marcharme a otras universidades y he dicho que no. Valoro mucho poder hacer lo que quieres y estar creyéndote lo que haces.
"El de periodista es un trabajo que te permite tocar diferentes ámbitos"
Es una historia un poco larga, porque yo en realidad hice el bachiller de Ciencias de la Salud y empecé la carrera de Química en la Universidad de Zaragoza. Pero a mitad de curso vi que aquello no era lo mío y decidí dejar la carrera. Tuve un mes de dudas, no sabía qué hacer. Dudaba entre Periodismo y Ciencias Políticas. Mi madre me ayudó bastante a elegir, y como Periodismo es algo que me había interesado siempre, me decidí por ello.
Sí, es un cambio radical, todo el mundo me lo dice. Pero el de periodista es un trabajo que te permite tocar diferentes ámbitos, y eso me gusta.
La gente que sabía del tema me recomendó que fuese o a la Universidad Complutense de Madrid o a la Universidad de Navarra. Me dijeron que eran las dos mejores. Estuve mirando para ir a la Complutense pero no pude porque no me llegó la nota. Entonces me interesé por la Universidad de Navarra; en realidad prefería venir a estudiar a Pamplona que a Madrid, al estar más cerca de Zaragoza. Me informé bien, hice las pruebas de acceso y aquí estoy. Y a ver si por fin terminó la carrera, que ya es hora [risas].
Empecé estudiando L.A.D.E., pero no era lo mío. Me di cuenta de que lo que me gustaba era el marketing, y me metí en Publicidad porque era lo que más relación guardaba. Además, siempre me había atraído la creatividad y hacer trabajos, por lo que tenía claro que ésta era mi carrera. Y aunque hay que estudiar mucho, a lo que yo me quiero dedicar es a ser creativo. Para ello, éste es el camino.
En primer lugar, que soy de Pamplona, y me daba un poco de pereza tener que irme fuera a estudiar. Aquí tengo a mi familia, que me hace todo; aunque haya sonado un poco a vago no lo soy [risas]. Y en segundo lugar, que es un privilegio tener la oportunidad de estudiar aquí, en una de las mejores facultades de España. Tengo una suerte terrible.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Reflejando reflejos
Estas fotografías tienen una complejidad añadida por el hecho de no apuntar directamente al objeto sino a su reflejo. Se ha de andar con mucho cuidado para que salga en la foto únicamente aquello que se busca.
lunes, 20 de octubre de 2008
Gánese a los clientes para que mantengan su fidelidad
lunes, 6 de octubre de 2008
1.000 fotos, 1.000 historias
Me incorporo suavemente y miro el espejo que tengo enfrente de la cama. Ocupa toda la superficie de una ancha pared de mi habitación. Pienso en que ya es hora de cambiar el pijama de verano por el de invierno y me saco varias fotos a través del reflejo del espejo. Sigo fotografiando diferentes elementos del cuarto, como la mesa, la silla, la estantería, los armarios, la mesilla y la puerta. Me desnudo para meterme a la ducha. Será mejor que la cámara descanse media hora.
Cuando termino de vestirme salgo a la calle para realizar algunas compras. En primer lugar me dirijo a la estación de autobuses, para sacar el billete con el que poder volver el fin de semana a Bilbao. Por el camino atravieso la Ciudadela. Además de los típicos encuadres generales de tan grandiosa construcción, hago otros de rincones menos conocidos pero igualmente atractivos. Tengo la suerte de encontrarme un precioso pájaro negro, blanco y azul. Logro fotografiarlo por detrás, pero cuando me muevo para captar su parte delantera, el animal se asusta y sale volando. Lástima.
Al llegar a la estación, enfoco a la muchedumbre que hay fuera esperando un autobús de línea. Alguno se me queda mirando con cara de pocos amigos. Otros parecen estar a gusto posando. Disparo y entro a comprar el billete. Dentro hay bastantes zonas dignas de ser captadas por una cámara de fotos. Al salir, presto especial atención a las escaleras mecánicas, frecuentadas por viajeros. Gente subiendo y bajando. Bonito contraste.
Con el primer recado hecho, me dirijo ahora a hacer una pequeña compra al supermercado. Una panorámica general de la calle transitada de peatones es la primera foto que saco de esta zona. Otras las hago a los coches que más me gustan entre los que están aparcados cerca. Entro al supermercado y continúo con mi trabajo antes de coger los productos que había ido a comprar. Los primeros planos de las verduras y de las frutas son mis imágenes favoritas de todas las que me proporciona este recinto.
Tras realizar la segunda tarea, sólo me queda una más: cambiar la batería de mi teléfono móvil, que ya no me dura nada. Como veo que hay mucha gente en la tienda, sigo sacando fotos, en este caso de las calles colindantes. También hago algunas de edificios, que hasta ahora no había captado. Pruebo a hacer de vehículos en movimiento, por aquello de saber captar la velocidad. Creo que le cojo el truco rápidamente.
Con todos los recados hechos, vuelvo al piso sin dejar de fijarme en objetos que pueda fotografiar. Mi ‘locura’ llega hasta tal punto que me pongo a sacar fotos a papeleras sin ton ni son. “Ya se me pasará”, me digo esperanzado. O no. “Si llego a las 1.000 fotos hoy, como espero hacer, creo que se me van a quitar las ganas de seguir con esto de la fotografía”, pienso de broma.
Al subir al piso sigo con mi objetivo de llegar a esa cantidad en un solo día. Creo que llevo un buen ritmo teniendo en cuenta que aún no ha llegado la hora de comer. Cuando estoy preparando la comida aprovecho para fotografiar los utensilios de la cocina. Cubiertos, cazuelas, trapos y bandejas se llevan la mayoría del protagonismo. Muchas de las fotos son primeros planos, a los que estoy cogiendo especial cariño. Pienso sobre ello y llego a la conclusión de que, pese a que se pierda la perspectiva general, tiene mucha fuerza por los detalles que se pueden percibir, normalmente inapreciables para el ojo humano en el día a día cotidiano.
Después de alimentarme bien, me siento en el sofá para ver un rato la televisión, que también acaba siendo fotografiada desde bastantes puntos de vista. Me tomo un respiro hasta las seis de la tarde, hora en la que vuelvo a salir a la calle para continuar con mi misión. En esta ocasión, la mayoría de los afortunados por salir en mis fotografías son los árboles, quienes se convierten en los protagonistas de la tarde, al igual que en el primer trabajo de este blog.
Llego a casa de noche, a la hora de cenar. Con bastante hambre, por cierto. Los paseos matutino y vespertino me han abierto el apetito. Mis compañeros de piso ya están cocinando. Aprovecho para retratarles a los tres.
Antes de acostarme apuro para sacar alguna más de la calle desde diferentes ventanas del piso. Afuera está todo oscuro, parece la boca del lobo, por lo que decido dar por concluida la misión. Cada una de las fotos que he sacado a lo largo de todo el día esconden una historia detrás. Si no he llegado a las 1.000 (fotos e historias), cerca habré andado. Misión cumplida.
domingo, 5 de octubre de 2008
De fotos por el Mercado de Santo Domingo
Nunca había estado en el Mercado de Santo Domingo de Pamplona hasta la pasada semana. Hasta el miércoles por la mañana. Fui con dos amigos de la Facultad y resultó ser una experiencia bonita.
Iba con el objetivo de obtener instantáneas de los diferentes puestos y para intentar reflejar también el ajetreo de la gente, tanto de los compradores como de los vendedores. Era, por tanto, una labor más complicada de lo que supuso la primera sesión fotográfica, ya que el árbol ni se movía ni ponía ningún impedimento para ser retratado.
Algunos tenderos no se quejaron al sentirse objetivo de mi cámara. Es más, en alguna ocasión parecían incluso posar. No sé si será casualidad o no, pero principalmente fueron las mujeres las que adoptaron esta postura. Otro colectivo, sin embargo, me lanzó miradas amenazantes y hubo quien llegó a reprocharme que le hiciera fotos. Como no era plan de buscar problemas en un territorio en el que tenía las de perder, no insistí con la gente que se sintió molesta. Dentro de este grupo está el hombre que capto en una de estas seis fotografías, que con un gesto serio parece querer salir de plano. No lo consiguió a tiempo.
Tras un par de horas dando vueltas por la zona y fotografiando cada rincón, salimos. La última foto que hice fue la que aquí aparece al final. En ella se ve el mercado desde una calle en obras. Llama la atención el señor que parece seguir la evolución de la excavación de forma tan interesada pero tranquila a la vez.
Cuando llegué a mi piso revisé en el ordenador todas las fotografías realizadas aquella mañana, ya que en la pequeña pantalla de la cámara no se pueden apreciar en todo su esplendor. Algunas presentaban primeros planos de alimentos que resultaban bastante apetecibles; también había las que daban una visión general del mercado; y otras, desgraciadamente, quedaban desfiguradas por una inoportuna intromisión de alguien en medio de la foto. Pero estas últimas eran minoría. Menos mal.
En definitiva, acabé contento con este segundo trabajo. Resultó una motivación extra saber captar el movimiento en el siempre concurrido Mercado de Santo Domingo.
lunes, 29 de septiembre de 2008
'Mi árbol'
En la Tierra hay miles de millones de árboles. Cada cual tiene sus particularidades. Ninguno es igual que otro. Pero si tuviese que elegir uno lo tendría claro: el que hay en el jardín de debajo de mi casa. No es el más alto, ni el más viejo, ni el más espectacular del mundo. Tampoco el más bonito. Ni un roble. Pero es el ‘mío’.
Siempre lo he sentido así. No sólo porque esté plantado en un terreno que pertenece a mi comunidad de vecinos, sino también por todas las horas de ocio que he vivido a su lado. Aunque únicamente sea debido a este romanticismo, me he decantado por fotografiar este árbol y no otro.
Pero ya no se repetirán. Al menos con nosotros de protagonistas. Todos los vecinos que nos juntábamos nos hemos hecho demasiado mayores como para seguir dando patadas a un balón en un recinto tan pequeño. Además, algunos nos hemos ido a estudiar fuera, a otros ha dejado de interesarles el fútbol… Aunque no estaría mal volvernos a juntar para recordar esa época.
Desde que dejamos de jugar nosotros, el parque apenas se utiliza. Ninguna generación ha cogido nuestro testigo. Y es una pena. Ya no se respira esa vida propia que adquiría el parque cuando todos los chavales del vecindario quedábamos para jugar al volver del colegio. Ahora está un poco olvidado. Y con él, ‘mi árbol’.
Tal vez sea debido a ese silencioso abandono. O tal vez sólo sean imaginaciones mías. El caso es que al bajar a sacarle las fotos, he visto más hojas secas que la última vez. Pese al sol reinante, que ha querido sumarse al homenaje fotográfico, las ramas no podían ocultar un estado cada vez más envejecido del anciano árbol.
Espero que no se descuide del todo la atención que merece. Es un viejo tesoro que merece la pena conservar. Aunque solamente sea porque ha visto crecer a toda una generación de vecinos. Porque se ha convertido en el símbolo del parque. El árbol. ‘Mi árbol’.