lunes, 29 de septiembre de 2008

'Mi árbol'







La gente que no sabe euskera me pregunta qué significa mi nombre. Aritz. Les suena a chino. Yo les explico que se traduce al castellano como ‘roble’. Un tipo de árbol. Sinónimo de fortaleza. Por eso se emplea la comparación “duro como un roble”. No sé si es por cómo me llamo, pero desde pequeño me han gustado los árboles. Verlos y fotografiarlos.

En la Tierra hay miles de millones de árboles. Cada cual tiene sus particularidades. Ninguno es igual que otro. Pero si tuviese que elegir uno lo tendría claro: el que hay en el jardín de debajo de mi casa. No es el más alto, ni el más viejo, ni el más espectacular del mundo. Tampoco el más bonito. Ni un roble. Pero es el ‘mío’.



Siempre lo he sentido así. No sólo porque esté plantado en un terreno que pertenece a mi comunidad de vecinos, sino también por todas las horas de ocio que he vivido a su lado. Aunque únicamente sea debido a este romanticismo, me he decantado por fotografiar este árbol y no otro.

Pasé muchísimas horas de mi infancia jugando a fútbol en ese parque. Siempre con el árbol de testigo. Incluso se llevó algún que otro balonazo fortuito. A día de hoy, varios años después del último partido, el árbol sigue aparentemente igual, como si no hubiese pasado el tiempo por él. Parece que se mantiene a la espera de que volvamos a bajar para seguir siendo testigo de aquellos interminables partidos después de clase.

Pero ya no se repetirán. Al menos con nosotros de protagonistas. Todos los vecinos que nos juntábamos nos hemos hecho demasiado mayores como para seguir dando patadas a un balón en un recinto tan pequeño. Además, algunos nos hemos ido a estudiar fuera, a otros ha dejado de interesarles el fútbol… Aunque no estaría mal volvernos a juntar para recordar esa época.

Desde que dejamos de jugar nosotros, el parque apenas se utiliza. Ninguna generación ha cogido nuestro testigo. Y es una pena. Ya no se respira esa vida propia que adquiría el parque cuando todos los chavales del vecindario quedábamos para jugar al volver del colegio. Ahora está un poco olvidado. Y con él, ‘mi árbol’.

Tal vez sea debido a ese silencioso abandono. O tal vez sólo sean imaginaciones mías. El caso es que al bajar a sacarle las fotos, he visto más hojas secas que la última vez. Pese al sol reinante, que ha querido sumarse al homenaje fotográfico, las ramas no podían ocultar un estado cada vez más envejecido del anciano árbol.

Espero que no se descuide del todo la atención que merece. Es un viejo tesoro que merece la pena conservar. Aunque solamente sea porque ha visto crecer a toda una generación de vecinos. Porque se ha convertido en el símbolo del parque. El árbol. ‘Mi árbol’.