martes, 25 de noviembre de 2008

Bodegón






Es lunes por la noche. Acabo de llegar a casa. Hace más de nueve horas que salí del apartamento de Liverpool donde he estado los últimos días. Entre trenes, metros y aviones… Y la eterna espera en el aeropuerto. Y eso que no hemos acumulado ni un solo minuto de retraso en ninguno de los trayectos parciales. Tampoco a la ida.

He pasado unos días fenomenales en esta acogedora ciudad. De turismo y visitando a un amigo. Y como guinda, yendo a Anfield Road a presenciar el Liverpool-Fulham, gracias a las entradas que él mismo nos proporcionó. Lástima el 0-0. Pero ya estoy de vuelta. Hay que ‘cambiar el chip’. Se hace difícil. Lo último que me apetece en estos momentos es sacar fotografías a un frutero. Pero es lo que toca. El trabajo es para mañana.

Así que me pongo manos a la obra. Voy a la cocina y pruebo diferentes combinaciones. Con más frutas; con menos frutas. Con otros utensilios de cocina; sin otros utensilios de cocina. Con una luz u otra. Desde diferentes ángulos. Hago lo mismo en el salón.

Las paso al ordenador y selecciono seis fotos. Sí, creo que son las mejores. Me pongo a escribir esta reflexión adicional. Espero que se me perdone que sea más corta que en anteriores entradas. Pero no puedo dejar de pensar en Liverpool. Acabo de volver y ya lo echo de menos.

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