jueves, 27 de noviembre de 2008

Rincones de Pamplona




Cuando me enteré de que el Ayuntamiento de Pamplona había convocado el XII Concurso de Fotografía Rincones de Pamplona, decidí presentarme.

Cogí mi cámara y salí a la calle, dispuesto a recorrerme toda la ciudad, ya que, aunque tenía una ligera idea sobre lo que quería fotografiar, nunca sabes dónde ni cuándo puedes encontrar una fotografía ganadora.

Salí de mi piso, en el barrio de Iturrama, y me dirigí en primer lugar hacia el Casco Antiguo. Saqué unas fotos en la Plaza del Castillo y otras en diferentes calles emblemáticas de la zona, tales como Jarauta o Mercaderes. Sin embrago, no salieron tan bien como me esperaba. Creía que esta preciosa parte de la ciudad iba a ‘facilitarme’ panorámicas más espectaculares, no tanto en lo que a los edificios hace referencia, sino en cuanto a rincones propiamente dichos: lugares no tan conocidos pero igualmente destacables.

Desde ahí me acerqué a Carlos III. Aunque también aproveché para sacar varias fotos, en la mayoría no aparecían más que los comercios que inundan esta calle peatonal. Lo que mejor se veía reflejado era la profundidad de campo, insuficiente en cualquier caso como para aspirar a ganar el concurso.

Me detuve bastante tiempo en la relativamente nueva escultura de los mozos corriendo delante de los toros en el encierro de San Fermín. Hice fotos desde diferentes puntos de vista, de tal forma que variase el fondo de la fotografía y diferentes detalles de la escultura en los que me quise centrar. También jugué con el zoom, acercando y alejando el motivo a fotografiar.

Tras acabar el trabajo por esta zona, tomé rumbo a la Ciudadela pasando previamente por el parque de la Taconera. Aunque los animales parecían dispuestos a posar, no se apreciaban lo suficientemente cerca como para elegir esas fotografías.

Tras unas panorámicas generales de la Ciudadela y otras de detalles más concretos, quise centrarme en la hilera de árboles de hojas amarillas que forman una interminable fila en la Vuelta del Castillo. Para sacar esta secuencia de fotografías, probé a colocar la cámara a diferentes alturas, todas ellas muy cercanas al suelo. El efecto que quería conseguir así era que apareciesen algunas hierbas sueltas en primer plano y los árboles al fondo. El contraste cromático de verdes y amarillos producía un bonito efecto.

Cuando llegué a mi piso, pasé todas las fotos del día al ordenador y seleccioné las tres (era el número límite que se podía presentar) que más me gustaban. Fui a una tienda de fotografía para que me las hicieran a un tamaño determinado, el exigido en el certamen. Y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí, al ir a recogerlas horas después, que se habían equivocado en el tamaño.

Era jueves por la tarde, y como el plazo para presentar los trabajos finalizaban el sábado por la mañana, no me daba tiempo a volver a sacarlas a papel, teniendo en cuenta que el viernes por la tarde volvía a casa para pasar el fin de semana.

Fue una pena, pero al final no me presenté. Probablemente no hubiese ganado ningún premio, pero tras haber hecho todo el trabajo previo, me hacía ilusión probar suerte. En fin. Otra vez será.

martes, 25 de noviembre de 2008

Bodegón






Es lunes por la noche. Acabo de llegar a casa. Hace más de nueve horas que salí del apartamento de Liverpool donde he estado los últimos días. Entre trenes, metros y aviones… Y la eterna espera en el aeropuerto. Y eso que no hemos acumulado ni un solo minuto de retraso en ninguno de los trayectos parciales. Tampoco a la ida.

He pasado unos días fenomenales en esta acogedora ciudad. De turismo y visitando a un amigo. Y como guinda, yendo a Anfield Road a presenciar el Liverpool-Fulham, gracias a las entradas que él mismo nos proporcionó. Lástima el 0-0. Pero ya estoy de vuelta. Hay que ‘cambiar el chip’. Se hace difícil. Lo último que me apetece en estos momentos es sacar fotografías a un frutero. Pero es lo que toca. El trabajo es para mañana.

Así que me pongo manos a la obra. Voy a la cocina y pruebo diferentes combinaciones. Con más frutas; con menos frutas. Con otros utensilios de cocina; sin otros utensilios de cocina. Con una luz u otra. Desde diferentes ángulos. Hago lo mismo en el salón.

Las paso al ordenador y selecciono seis fotos. Sí, creo que son las mejores. Me pongo a escribir esta reflexión adicional. Espero que se me perdone que sea más corta que en anteriores entradas. Pero no puedo dejar de pensar en Liverpool. Acabo de volver y ya lo echo de menos.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Muerte de un Miliciano (Robert Capa)

“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”. Esta popular frase es atribuida al fotógrafo Robert Capa, cuyo verdadero nombre era Ernö Andrei Friedmann. Nacido en Budapest, Hungría, el 22 de octubre de 1913, fue considerado el más famoso corresponsal gráfico de guerra del siglo XX.

En 1947 creó, junto con los fotógrafos Henri Cartier-Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour, la agencia Magnum Photos, donde Capa realizó un gran trabajo fotográfico, no solo en escenarios de guerra sino también en el mundo artístico.

En 1954, encontrándose en Japón visitando a unos amigos de antes de la guerra, fue llamado por la revista Life para reemplazar a otro fotógrafo en Vietnam, durante la Primera Guerra de Indochina. En la madrugada del 25 de mayo, mientras acompañaba a una expedición del ejército francés por una espesa zona boscosa, pisó una mina y murió, terminando así una azarosa vida profesional. Sólo tenía 40 años.
Al estallar la Guerra Civil española en julio de 1936, Capa se trasladó a España para cubrir los principales acontecimientos de la contienda. Implicado en la lucha antifascista y con la causa de la República, estuvo presente, desde ese lado, en los principales frentes de combate. Siempre en primera línea, es mundialmente famosa su fotografía Muerte de un Miliciano, tomada en Cerro Muriano, a unos 13 kilómetros de Córdoba, el 5 de septiembre de 1936. Hoy en día, cerca de Pozoblanco debe de haber una estatua metálica con la silueta del miliciano, que recuerda el lugar aproximado donde ocurrió. Aproximado pero no exacto, porque por lo visto allí hay ahora un campo de golf.


Todo el mundo ha visto alguna vez esta famosa foto, titulada originalmente Death of a Loyalist Soldier, aunque también se la conoce a veces simplemente como Falling Soldier. Se publicó inicialmente en la revista francesa Vu, el 23 de septiembre de 1936, y meses después volvió a ser reproducida por Life.

El protagonista de la fotografía era el miliciano anarcosindicalista Federico Borrell García, alias ‘Taino’, nacido en Alcoy 24 años atrás. Fue molinero y formó parte de la Columna Alcoyana que en los inicios de la guerra marchó al frente cordobés contra Franco y en defensa de la República de trabajadores.

La instantánea encierra una historia compleja y controvertida, ya que hay quien sostiene que se trata de un montaje. A mediados de la década de los 70 aparecieron las primeras líneas de investigación que así lo consideraban. De esta misma opinión son también algunos estudiosos de la obra de Capa que, citando archivos históricos de la Guerra Civil, aseguran que ‘Taino’ había muerto efectivamente ese 5 de septiembre de 1936, pero en un enfrentamiento por la tarde, tras la sesión fotográfica matinal.

La otra versión sostiene, por el contrario, que Capa captó el momento preciso en el que el miliciano falleció. Según estos últimos, aquélla fue una mañana tranquila en el frente de batalla. Capa aprovechó la ocasión para organizar una sesión de fotos con un grupo de soldados leales a la República, y tomó una secuencia de imágenes atravesando una trinchera. En ese momento, mientras Borrell avanzaba, se vieron envueltos por fuego real de ametralladoras, fruto de una ofensiva enemiga. Un ataque por sorpresa. La misma sorpresa que mantuvo ‘clavados’ los pies de Borrell, calzados con alpargatas, al terreno. No estaba preparado para atacar ni para defenderse. No esperaba la muerte.

Y es que, dada su postura, resulta evidente que no estaba listo para el combate. No parece estar corriendo en el momento de ser alcanzado, ni haber sostenido el rifle en posición de disparo o asalto.

Entre los muchos estudios realizados que corroboran esta teoría, uno de los más sorprendentes es el que se centra en la postura de la mano izquierda del miliciano abatido. Según explican, el gesto es imposible de simular, puesto que reproduce la posición exacta que los músculos adquirirían en una persona que cae herida de muerte.



¿Realidad o ficción? Las muchas dudas que durante tanto tiempo han perseguido a esta famosa foto parecen disiparse en Londres, donde una exposición sugiere estos días que no hubo ni trampa ni cartón.

Titulada ¡Esto es la guerra! Robert Capa trabajando, la muestra, que podrá visitarse hasta el 25 de enero del año próximo, aporta nuevas fotos que prueban la autenticidad de la muerte del miliciano, si bien todo apunta a que fue más un accidente que el trágico desenlace de una batalla.

El caso es que el día de la muerte del miliciano, Capa sacó en Cerro Muriano 40 instantáneas. 72 años después, las 40 fotos, perdidas hasta hace poco en la caótica herencia del fotógrafo y descubiertas en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, fundado por el hermano menor de Capa, trazan en Londres la secuencia que aclara qué sucedió antes y qué después de la singular foto de Federico Borrell García.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Entrevistas

"Valoro mucho poder hacer lo que quieres y estar creyéndote lo que haces"

Ramón Salaverría Aliaga (Burgos, 1970) es profesor de Periodismo en la Universidad de Navarra. Dirige el Departamento de Proyectos Periodísticos y el Laboratorio de Comunicación Multimedia (MMLab). Entre su extenso currículo destaca la publicación de diversos libros sobre ciberperiodismo, y que es autor del weblog http://www.e-periodistas.blogspot.com/. El Mundo lo incluyó el año pasado entre los 25 españoles más influyentes en la categoría de Internet. Además de todo esto, es mi asesor.

Pese a la carga de trabajo que suele ‘coleccionar’ en su despacho (o despachos, que ahora tiene dos), debido a sus múltiples responsabilidades, el pasado miércoles sacó media hora para contar su relación con la Universidad de Navarra.

¿Por qué te decantaste por la docencia?
Acabas de hacer una pregunta con historia. Cuando empecé a estudiar Periodismo ni se me ocurría terminar como profesor. Cursé la carrera desde 1988 hasta 1993. Hacia 1990 comencé a hacer prácticas en la Cadena SER, inicialmente en Radio Irún y luego en Radio San Sebastián. Acabé siendo el Responsable de Informativos de la SER en el País Vasco. Cuando iba a terminar la carrera en 1993, desde la universidad me propusieron una beca para poder hacer la tesis doctoral. Paralelamente, la SER me hizo una oferta para contratarme. Me lo pensé, y de palabra acepté la propuesta de la beca. Esto fue a finales de mayo. Celebramos la licenciatura el 12 de junio de ese año, y el sábado 19 de junio me estrellé con el coche. Eso me llevó a la UVI, donde estuve casi dos meses. Luego estuve otros dos meses en el hospital y 15 de rehabilitación, con más de una docena de operaciones. Tuve que aprender a hablar, a andar, a comer, a todo. Cuando no se habían cumplido los 15 meses de la rehabilitación, a los seis o siete, sonó el teléfono de casa. Era de la universidad, recordándome que seguía en pie la oferta de la beca. Fue un detallazo, porque me la habían reservado hasta que me curase. Por otra parte, por prescripción facultativa me recomendaron que me tomara la vida con más calma. Como lo mejor que me venía era sentarme en una silla en una biblioteca y empezar a leer, es lo que hice. Me di cuenta de que aquello me encantaba. Terminé la tesis, me ofrecieron la posibilidad de continuar como profesor, y acepté.

Vaya, siento todo lo que has tenido que recordar. No tenía ni idea.
Pues ya ves. Por eso te he dicho que has hecho una pregunta con historia.

¿Y qué te hizo decidirte por la Universidad de Navarra?
En primer lugar, que estudié aquí. Entonces me di cuenta de que era el mejor sitio donde se podía estudiar Periodismo. Además, el ambiente de trabajo que hay aquí no lo hay en ningún otro sitio que yo conozca. De hecho, he tenido ofertas para marcharme a otras universidades y he dicho que no. Valoro mucho poder hacer lo que quieres y estar creyéndote lo que haces.

"El de periodista es un trabajo que te permite tocar diferentes ámbitos"

Ricardo Malumbres Díaz (Zaragoza, 1985) estudia Periodismo en la Universidad de Navarra. El curso pasado hizo 4º, y este año espera terminar la carrera, ya que sólo le quedan algunas asignaturas sueltas.
Mientras desayuna un café y un ‘pintxo’ en la cafetería de la Facultad de Comunicación, aclara cómo alguien que estudió el bachiller de Ciencias de la Salud puede terminar ejerciendo de periodista.

¿Por qué elegiste estudiar Periodismo?
Es una historia un poco larga, porque yo en realidad hice el bachiller de Ciencias de la Salud y empecé la carrera de Química en la Universidad de Zaragoza. Pero a mitad de curso vi que aquello no era lo mío y decidí dejar la carrera. Tuve un mes de dudas, no sabía qué hacer. Dudaba entre Periodismo y Ciencias Políticas. Mi madre me ayudó bastante a elegir, y como Periodismo es algo que me había interesado siempre, me decidí por ello.

Resulta paradójico que habiéndote encaminado hacia el área sanitaria, de pronto la dejes de lado para estudiar Periodismo.
Sí, es un cambio radical, todo el mundo me lo dice. Pero el de periodista es un trabajo que te permite tocar diferentes ámbitos, y eso me gusta.

Cuando ya tenías claro que querías cambiarte a Periodismo, ¿por qué elegiste la Universidad de Navarra?
La gente que sabía del tema me recomendó que fuese o a la Universidad Complutense de Madrid o a la Universidad de Navarra. Me dijeron que eran las dos mejores. Estuve mirando para ir a la Complutense pero no pude porque no me llegó la nota. Entonces me interesé por la Universidad de Navarra; en realidad prefería venir a estudiar a Pamplona que a Madrid, al estar más cerca de Zaragoza. Me informé bien, hice las pruebas de acceso y aquí estoy. Y a ver si por fin terminó la carrera, que ya es hora [risas].


"Tengo una suerte terrible"

Daniel Gurrea Rouzaut (Pamplona, 1985) también es estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, pero a diferencia de Ricardo, está matriculado en la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas. Lo que sí tiene en común con el aragonés es que este curso puede ser su último.

En un cambio de clase, y pese al poco tiempo disponible, explica pacientemente los motivos que le llevaron a querer ser publicista.

¿Por qué quisiste estudiar Publicidad y Relaciones Públicas?
Empecé estudiando L.A.D.E., pero no era lo mío. Me di cuenta de que lo que me gustaba era el marketing, y me metí en Publicidad porque era lo que más relación guardaba. Además, siempre me había atraído la creatividad y hacer trabajos, por lo que tenía claro que ésta era mi carrera. Y aunque hay que estudiar mucho, a lo que yo me quiero dedicar es a ser creativo. Para ello, éste es el camino.

¿Y qué te hizo decantarte por la Universidad de Navarra?
En primer lugar, que soy de Pamplona, y me daba un poco de pereza tener que irme fuera a estudiar. Aquí tengo a mi familia, que me hace todo; aunque haya sonado un poco a vago no lo soy [risas]. Y en segundo lugar, que es un privilegio tener la oportunidad de estudiar aquí, en una de las mejores facultades de España. Tengo una suerte terrible.